—Está claro que tú partiste del hecho de que confiaste en ti mismo, en tu trabajo y saliste tras el objetivo: que tu novela se leyera. Me contabas que supiste sacarle partido a las redes sociales, que ayudó a promoverla. Aunque el trabajo previo que realizaste, donde te jugaste el todo por el todo, no hubo forma de evitarlo ¿verdad?
—Imagínate que después de invertir tiempo, más de dos años de mi vida escribiéndola, involucrándome hasta el punto de llorar o reír junto al protagonista; una vez terminada era como un hijo al que debía acompañar y darlo a conocer. Ante el hecho que nadie quería publicarla, busqué una imprenta, hice las gestiones previas e inscripciones como cualquier editor, hasta que llegó el gran día en que estaban los libros: salen de la imprenta mil libros (o los que decides imprimir), ¿qué haces? ¡Hay que venderlos, como sea! La promoción es imprescindible. No basta con publicar. Y en ello pasé casi ocho meses.
Durante ese tiempo, como has dicho, también utilicé redes sociales, tales como Facebook, Twitter, etc. Estuve pendiente de cada movimiento... ¡cada interesado contaba!
Cuando me comentaban en seguida contestaba. Es muy importante estar para el lector, agradecer su comentario, conocer su opinión o quizás las preguntas que tienen para hacerte.
—Me doy cuenta que la tuya fue una labor enorme, faraónica, además de costosa en lo económico. ¿Contaste con alguna ayuda por parte de tu familia?
—Al principio hay que asumir una serie de gastos: los de registro de la novela, el ISBN, impuestos y la edición... ¡uff sí, el desembolso es enorme! Razón de más para no quedarte parado. Durante esos ocho meses, caminé por mi ciudad con mi maleta, buscando abrir puertas para darle un lugar a mi novela entre los lectores. Había sitios en que aceptaron exponerla en el escaparate, pero terminaba arrinconada, escondida del público, por eso pasé a la acción.
También conté con el apoyo de mi familia. Mi padre yendo a la imprenta, alcanzándome libros a los sitios donde me encontrara promocionándola. Mi madre no salía de casa sin algún ejemplar en el bolso, hablaba del libro en el mercado, con las vecinas y amigos.
—¡Bien, un trabajo de equipo! Está confirmado que la unión hace la fuerza! (jeje) Pero ahora el final de cuento de hadas... ¿cómo llegas a oídos de Espasa?